«Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa del Señor el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos del Señor nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo del Señor, y le volvieron las espaldas. Y aun cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel». 2 Crónicas 29: 3-7
En esta época las personas se apartaban de Dios y abandonaban Su Casa, esto sigue sucediendo en los días de hoy, por ese motivo muchas familias están destruidas, sin embargo, Dios nos invita a abrir las puertas del corazón, luego, sacar toda inmundicia, es decir, sacar todo lo que nos separa de Dios y luego santificar para Él, apartándonos de malas conversaciones y situaciones, leyendo más Su Palabra, hablando, pensando y haciendo las cosas como Él las haría. Todo esto le preparará para encontrarse con Dios, quien en breve volverá.
“Hijos míos, no os engañéis ahora, porque el Señor os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis…” 2 Crónicas 29: 11
Entienda, no fue usted que quiso conocer a Dios, fue Él quien le escogió para transformar su vida y la de su familia.
Mi matrimonio estaba arruinado
La situación era tan mala que me frustraba pensando que nada iba a cambiar
Mi esposo tomaba mucho, era machista, prepotente y mujeriego, él decía que nadie lo iba a cambiar, me maltrataba, debido a eso estaba llena de odio, incluso cuando llegué a la Iglesia, pensaba que no había solución para mi esposo por eso quería dejarlo, pues no lo consideraba un buen ejemplo para mis hijos.
Muchas veces pensé que nunca sería feliz con él, sin embargo, a medida que fui participando de las reuniones en la Iglesia, aprendí que debía perdonar y lo hice; Dios sanó mis heridas del corazón, y una vez que pasé a tener paz, empecé a luchar por mi esposo y mi familia; si Dios me cambió a mí, también podía hacerlo con mi esposo.
Mi hija pequeña a quien llevaba conmigo a las reuniones invitó a su papá a la Iglesia y desde el primer día en que él participó nunca más volvió a tomar, nunca más visitó a las amantes y empezó su transformación.
Hoy gracias a Dios tenemos un matrimonio feliz, hay respeto, comprensión, consideración. Pero el mayor milagro en nuestras vidas es haber recibido el Espíritu Santo, Él es nuestra alegría, Quién nos completó en todas las áreas.
•• Ángela González y esposo.