“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré”. Ezequiel 36:25
Esa agua limpia que es derramada por Dios, es el Espíritu Santo, Quien nos limpia de las malas prácticas de este mundo sucio y perverso, por ejemplo, muchos traicionaban a sus cónyuges, vivían en la mentira, tenían vicios, odio, idolatraban a otros “dioses”, sin embargo, una vez que vino sobre ellos el Espíritu Santo, esas malas prácticas dejaron de existir, pues estas personas fueron transformadas al recibir un corazón nuevo.
A menudo vemos milagros extraordinarios de cura y liberación en la vida de las personas, pero ninguno de estos milagros es mayor que el hecho de recibir un corazón nuevo a través del recibimiento del Espíritu Santo, ese milagro produce una nueva vida.
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Ezequiel 36: 26-27
Dios es capaz de transformar un corazón de piedra, cuando la persona da su brazo a torcer y reconoce que necesita de Él, pues ese reconocimiento, es lo que hace que Dios le dé un nuevo corazón, capaz de obedecer y de andar en Sus caminos.
El mayor deseo de Dios es transformar su vida y una vez que reciba un corazón nuevo Él promete: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2: 9
Hoy sé lo que es tener paz y felicidad
“Según el psiquiatra yo no tenía nada, pero por causa de los ataques debía tomar sedante “el resto de mis días”.
Tenía 13 años cuando al salir de casa encontré algo extraño y lo toqué, después de aquel día empecé a sufrir con fuertes dolores de cabeza, no lograba dormir en las noches y repentinamente pasé a sufrir con ataques epilépticos, así me volví un joven triste; cuando me daban los ataques me caía en cualquier lugar y muchas veces me rompía la cabeza, me encontraba desmayado, herido y lleno de polvo; sufrí el rechazo de las personas. Mi mamá me llevó a todas partes intentando encontrar una solución, los médicos de un hospital psiquiátrico no me encontraron nada, apenas me recetaron un sedante que debía tomar “el resto de mis días”. Me llevaron a varios curanderos y todo, al contrario de mejorar, empeoró.
Una vecina escuchó en la radio sobre la Iglesia Universal, nos dijo que ahí muchas personas recibían milagros y me llevaron. Desde aquel día empecé el proceso de liberación de esos males y a través de mi fe fui liberado totalmente, ya no dependo de ningún medicamento. Dios me bendijo con un trabajo porque yo no podía trabajar, me casé y formé mi familia gracias a Dios.
•• Sr. Ricardo Martínez