La Biblia relata la historia de un hombre que con la ayuda de su madre engañó a su padre para recibir la bendición de la primogenitura.
Ese hombre era Jacob, cuando supo que su hermano Esaú descubrió que él se había aprovechado de la vejez y ceguera de su padre para obtener la bendición del primogénito, tuvo miedo y huyó.
Tiempo después Jacob se casó, tuvo once hijos, prosperó, pero había algo que no había tenido, era un encuentro con Dios.
Hoy sucede lo mismo con muchas personas, esperan las bendiciones que Dios ha prometido, pero no se interesan por tener una experiencia con Él.
“Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.” Gn. 32:22-26.
El varón con quien luchó, era el propio Dios, pero ¿qué bendición era la que Jacob quería si aparentemente lo tenía todo?
Él quería cambiar su identidad, no quería ser conocido como tramposo, aquel que conquista engañando y defraudando, él anhelaba un cambio en su interior.
Y esta es la prioridad de aquel que busca a Dios, por sobre toda cualquier otra bendición. Dios dejó que Jacob luchara con Él toda la noche, esperó que llegara al límite de sus fuerzas, sólo para probar si de verdad quería Conocerlo.
Hoy muchos quieren conocer a Dios pero se rinden al inicio de una lucha, no soportan la presión de la dificultad y se echan para atrás a causa de los sentimientos, pensamientos negativos y dudas.
“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” Gn. 32:27-28.
Jacob encontró a Dios y cambió su identidad cuando se quedó solo. Y es necesario que usted, amigo lector, que quiere ese cambio, se quede a solas con Dios, para luchar con Él y pueda conocerlo.