No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. (Mateo 7: 21).
Usted sabe que todos llaman a Dios de Señor, todos los que profesan una creencia, aunque no frecuenten una Iglesia ni se congreguen de alguna manera; sin embargo, el Señor Jesús armó en el texto bíblico mencionado que no todos los que Le llamen de Señor entrarán en Su reino, eso quiere decir que, muchos pueden estar constantemente diciendo que creen en Él, haciendo oraciones en la Iglesia o en casa y aun así, no serán salvos, pues sólo entrarán en el Reino de los Cielos aquellos que hacen la VOLUNTAD DE DIOS; esto va más allá de apenas pensar o creer que por llamar a Dios de Padre o Señor serán salvos, porque no es así, además de eso, la persona debe obedecer a Dios haciendo Su voluntad.
¿Será que usted está haciendo la voluntad de Dios? ¿Será que sus pensamientos, forma de mirar, juzgar, actuar o comportarse le agradan a Él? Respóndase esas preguntas con la mayor sinceridad y franqueza, pues ese análisis responderá la interrogante del por qué Dios no responde a sus oraciones, del por qué su vida no fluye y no desarrolla.
Estar en una Iglesia y llamar a Dios de Señor es fácil y cualquiera lo puede hacer, aunque nadie debe tomar el nombre de Dios en vano.
Es una gran incoherencia llamar a Dios de Señor y no hacer Su voluntad, eso es uno de los mayores sabotajes que la persona puede hacer contra su propia fe, pues en el fondo ella sabe que sus actitudes no agradan a Él.
Nadie que viva cayendo siempre en las tentaciones agrada a Dios, pues eso revela que nunca se arrepintió de sus pecados, así tampoco Le agradan aquellos que viven mintiendo, que dicen malas palabras, que en los momentos de ira maldicen a su familia u otros o las golpean. Entienda que nada de eso agrada a Dios.
En el libro de Salmos 37: 4, Dios deja muy claro que Él concede las peticiones del corazón de aquellos que Lo buscan y se preocupan en agradarle.
Su preocupación no debe ser con los problemas, si no en agradar a Dios haciendo Su voluntad, aunque todos los demás estén haciendo lo contrario, de esa manera Él le honrará.
“El Espíritu Santo transformó todo”.
“Tenía el vicio del alcohol desde los catorce años. Mi esposo salía de la casa y volvía después de varios días, me era infiel. Estaba cansada de esa vida y pensaba en el suicidio. Sufría con dolor de cabeza y debilidad física; fui víctima de la brujería. Económicamente perdía todo lo que emprendía. Llegué al punto de intentar matar a mi esposo. Mi mamá me invitó a la Iglesia Universal, acepté como la última puerta a tocar, pues había intentado todo y mi vida no cambiaba. En la primera reunión que participé me desahogué con Dios y Él me quitó toda esa carga que llevaba. Me bauticé en las aguas, pasé a obedecer a Dios, recibí el Espíritu Santo, Él me dio paz, alegría, mi carácter cambió, el deseo de morir desapareció, perdoné a mi esposo, nos casamos; tengo varios emprendimientos que prosperan, la relación con mi familia es excelente, ya no hay vicios ni peleas.”
•• Sra. Delida Fajardo