Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego.” (1 Samuel 30:1) Siclag fue la ciudad en donde vivió David con sus esposas, hijos y pueblo antes de convertirse en rey. Él era un hombre de guerra que salía victorioso de cada uno de sus enfrentamientos. Pero un día, mientras volvía del campo de batalla, se encontró con la sorpresa de ver a Siclag ardiendo en llamas.
“Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar … Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en el Señor.” (1 Samuel 30:2-6).
Si desglosamos los versículos que hemos leído, podemos rescatar el hecho, de que a pesar de que David era un hombre temido por otras naciones, que ganaba batallas por doquier y se podría considerar un hombre victorioso, fracasó en la protección de su familia, ya que hubo un descuido no protegió su ciudad.
Y lo mismo que aconteció con él en el pasado, pasa con muchas familias en la actualidad.
Hoy, en día, podemos ver a padres dando lo mejor de sí en el trabajo, concentrándose en proveerlos de cosas materiales a sus hijos, pero los dejan de lado, se han convertidos en padres ausentes. También hay muchos que se ocupan de la vida profesional, descuidando su matrimonio.
A causa de la crisis económica, vemos personas luchando por prosperar, invierten toda la vida trabajando, pero cuando se dan cuenta han perdido a sus hijos, salud, pareja y seres amados.
Diariamente, David se enfrentaba a sus enemigos y por un lado él vencía pero hubo un descuido. Cuando se dieron cuenta de lo que habían perdido, lloraron hasta quedar sin fuerzas.
Muchas personas viven así, sin equilibrio, sin poder administrar correctamente el tiempo, sin poder identificar cuáles son sus prioridades.
Si usted no aprende a administrar su tiempo e identificar sus prioridades, vivirá venciendo por un lado y fracasando por el otro.
Pero no todo esta perdido, también dice la Biblia que David se fortaleció en el Señor, él reparó ese descuido cuando puso como prioridad a Dios y recuperó todo lo que le pertenecía. Entonces, primero aprenda a priorizar lo más importante, su vida con Dios; luego no desperdicie su tiempo en banalidades y por último, pero no menos importante, pida a Dios la dirección para su vida, pues la comunión con Dios es la base que sustenta la familia, el matrimonio y todo lo que tenemos en nuestra vida.