Cuando una persona se convierte al Señor Jesús, sepulta la vieja naturaleza, abandonando los errores y pecados que en otro tiempo eran constantes. Se inicia entonces una nueva vida y junto con ella una batalla espiritual, que exige del cristiano una permanente vigilancia para no volver a la práctica de las viejas obras, satisfaciendo las voluntades carnales.
Pero ¿cuáles son las obras de la carne y cómo vencer las tentaciones? Estas y otras cuestiones son respondidas por el Obispo Edir Macedo en su libro Las obras de la carne y los Frutos del Espíritu. El objetivo del autor es aclarar lo que son las obras de la carne y los frutos del Espíritu, ayudando al lector a tener un carácter moldeado por Dios.
El Obispo explica que es imposible que el ser humano tenga comunión con Dios sin que antes haya tenido su carácter egocéntrico modificado con la actuación del Espíritu de Dios, al que dice: «Si deseamos tener el carácter del Señor Jesucristo, necesitamos de su Espíritu, pues Él, en ese oficio se empeña para formar en nosotros la imagen de Dios, que había sido destruida desde la expulsión del hombre del Jardín del Edén.
Las obras de la carne son puntuadas con claridad en el libro y pueden ser identificadas en la Biblia, en la carta de Pablo a los Gálatas, que dice:
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Gálatas 5.19-21
El ser humano tiene el libre albedrío. Así, sus elecciones pueden ser buenas o malas. Según el Obispo, el Espíritu Santo jamás impedirá a la persona de producir las obras de la carne, pero siempre dará una alerta, guiando a aquellos que son atentos a Su voz. Como el Señor Jesús alertó en su palabra:
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Mateo 26.41
Los Frutos del Espíritu
Los frutos del Espíritu traen bendiciones y son: amor, alegría, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Los nueve aspectos son partes integrantes de un desarrollo espiritual, citado en la Biblia de forma singular como «el fruto» (Gálatas 5.22), y son una consecuencia de entrega y sumisión del cristiano a Dios. Este fruto no es producido por méritos o esfuerzos de quien lo posee, sino por una participación mutua del Espíritu Santo y de la persona.
Sólo por los Frutos del Espíritu el cristiano logra éxito en la lucha por la salvación y resiste las tentaciones y conflictos de la vida terrenal, al que el Obispo afirma: «De hecho, no existe conflicto más riguroso que el que el hombre se traba consigo mismo para dominar sus propios instintos, no fuera la actuación del Espíritu Santo en el alma del hombre cristiano, éste jamás conseguía dominarse a sí mismo «.
El Espíritu Santo no impide que el cristiano produzca los frutos de la carne, y no impone al ser humano su voluntad para que éste produzca fruto. Es necesario que la persona alinea su vida a la voluntad de Dios para que Él pueda actuar en su interior. «Es exactamente eso lo que sucede con el cristiano, cuando muere para el mundo, para su propia voluntad. Naciendo para Dios, el Espíritu Santo le concede una nueva vida que lo hace producir Frutos de acuerdo con su nuevo carácter «, afirma.