Diagnósticos irreversibles, tratamientos médicos que no dan resultados, enfermedades crónicas cuyo sufrimiento diario y constante, hace insoportables la vida de las personas.
Por no aguantar ni un día más, muchas hasta piden la muerte, pues su vida perdió el vigor que un día poseían.
Así, la sonrisa, el encanto, la alegría le dieron lugar a los gemidos, al dolor, al sufrimiento, haciéndoles creer que continuar en este mundo, no es más que prolongar una situación insoportable.
Pero ¿usted cree qué para recuperar su salud necesita un milagro? La creencia que tenían los contemporáneos del apóstol Pablo era la siguiente: al recibir sus objetos de uso personal, quienes habían sido desahuciados, eran sanados de sus enfermedades.
“Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (Hechos 19:11-12).
Manos de los apóstoles
Quien realiza el milagro es Dios, sin embargo, Él tiene que usar las manos de alguien. En el pasado usó las manos de los apóstoles y los discípulos, pero, hoy ha usado las manos de los Obispos, Pastores y Obreros, es decir, las de los hombres de Dios que están a su servicio.
Por medio del Lienzo Consagrado, usado todos los martes durante la reunión de sanidad en el Templo de la fe, las enfermedades han huido de las personas, quienes han logrado ser sanadas por la fe.
Participe este martes en la Reunión de los 70, que es dedicada por completo a la salud. Si usted conoce a alguien que necesita un milagro urgente, no dude en invitarlo.
El Templo de la fe se ubica en Av. de Las Américas 305, al norte de Guayaquil y en todas las Universal del país.
“A través de la práctica de mi fe, recibí la cura”
“Estaba realizándome unos exámenes de rutina, cuando de repente me diagnosticaron un quiste hemorrágico. A pesar de no sentir dolores ni otros síntomas, la joven quedó bastante preocupada por los resultados de una ultrasonografía pélvica, que revelaron la presencia del quiste, midiendo en volumen, 41,9 centímetros.
Tuve pensamientos malos, como el posible empeoramiento del cuadro y la incertidumbre de lo que sucedería, pero sabía que, si yo hubiera dado oidos a los miedos sólo aumentaría mi preocupación y me traerían desesperación”.
Jakeline pasó a usar la fe en las reuniones de la Iglesia Universal. Ella dice que su «remedio» fue la fe.
Pero al recibir los resultados ella testificó lo que estaba dentro de sí, no había más quiste y no necesitaba más tratamiento.
“La certeza en mí era tan grande que mis pensamientos fueron: Dios me curó, yo no tengo nada más, estoy libre, veré mi fe materializada’ y así sucedió”.